Hace dos días estuve caminando por plaza de armas de la ciudad, y vi como un niño le pedía a su mama comprar una película animada; pero el niño había tomado un mal momento para su solicitud, la madre estaba con el celular en la mano y contestaba una llamada, así que mientras el niño la tomaba de la blusa ella trataba de alejar al recién inoportuno, fue que en el fragor de la lucha el niño cayo y empezó a llorar, su madre lo observo por un momento, corto la llamada y alzo en sus brazos al desconsolado infante.
Pero la caída del infante me recordó que hace tres semanas quiero comprar una película en especial, “UP”. Si más ni más, fui a comprarla y de paso saludar a un amigo que está en el negocio de los DVDs “gravados del original”. Cuando llegue no lo encontré y tampoco a la película. Regrese cuatro días después y tampoco lo halle, cuatro días después y ni rastro de mi amigo del colegio. Solo habían dos posibles explicaciones, una mujer o en verdad se puso a estudiar para ingresar a la universidad; opte por la segunda opción, por ser la más pertinente además de conocer la actitud de mi camarada; lamente que haya caído en esa permanente exigencia por no ver televisión, estar alado de una ventana y ver a tus amigos bajar de la canchita de la esquina, ser visto por nuestros padres y hermanitos como un gran hombre en busca del destino (dato curioso, solo nos llaman cuando el almuerzo o la cena esta lista, reconfortante pero extraño), salir a la calle después de una semana y estar como vampiros tratando de alejar el sol de nuestros ojos; y como no, escuchar las infinitas experiencias de miembros de la familia que ya habían pasado por lo mismo, la famosa frase de “en mis épocas de estudiante”. En fin, lamente que haya hecho voto de abstinencia y encarcelamiento en su cuarto; no pude evitarlo y “más viejo que nunca” recordé también esos meses.
En la vida adolescente, estando en la cima de los niveles colegiales, ósea estar en quinto de media y por lo menos ser respetado por aquellos que siguen en el camino de hacerse un espacio en el medio; uno solo piensa en descansar después de ocho meses de partidos de fulbito, la última contienda electoral, interminables profesores y sus incomprendidas tareas (aun no entiendo porque cada grupo tenía que traer un pobre Cui, “dormirlo” y luego extraer sus partes internas, fue entonces cuando comprendí que la anatomía es muy Dura) ah! Y por supuesto que los días de estudio junto con la “interminable” información de los libros y sus personajes, que más tarde nos dirían “nos volvemos a ver”. Cuando uno sale del colegio, empieza la búsqueda de la nueva estadía en la sociedad. Para ponerlo en palabras simples y comprensibles; cuando estamos viendo el partido entre el Madrid y el Barcelona, irrumpe en tu cuarto aquella figura que se asemeja a tu padre (en ese momento descubres una nueva actitud de tu progenitor) y expone sus cartas “¡¡o trabajas o estudias!!”, el dinero siempre es una tentación casi incontenible, pero aun no es tiempo de sacrificar al adolescente en su cumbre; aparecen nuevos horizontes.
Como en todo proceso de admisión, la preparación preuniversitaria es una carrera sin cuartel hacia una vacante. En un principio llegas a una nueva clase donde existen alumnos de diferente coeficiente intelectual, y hasta se hacen amigos en el primer día, pero cuando entra el profesor, todos miran al frente y nadie se conoce, te das cuenta que entraste al “aula 1”. Como todo proceso el inicio siempre es esperanzador, “tengo más de tres meses para prepararme, no habrá ningún problemas” empiezas a hacer un tanto de vida social, sin descuidar claro esta las “clases importantes”. Te das cuenta que también existen alumnos que comparten las mismas ideas que tú con respecto a una casi obligación de preparación, y hasta parece que podrías reinventar tus épocas de colegio; como una especie de remembranza del pasado empiezas a jugar nuevamente fulbito, comentar sobre alguna serie de la televisión, pero a diferencia del colegio, los recreos en una academia solo duran minutos y cada uno se retira a sus clases y escuchan a un profesor que se jactan de saber tan solo una materia en “su vida”; su mayor arma es poner en ridículo a algunos estudiantes despistados, incluso se utiliza al machismo o feminismo dentro de sus estrategias de enseñanza. Eso es en cuento a las academias preuniversitarias que no hacen otra cosa que implementar sus ingresos con egocéntricas campañas “marketeras”; y si no es cierto, ¿Por qué se tiene que jerarquizar a las diversas clases que existen?- dato amargo, solo los alumnos de la “clases 1” reciben apoyo incondicional.
Después de un mes te ves resignado a alado de tu ventana con las cortinas cerradas para no ceder a la tentación de salir y jugar carnavales con las no tan niñas de la esquina; pero no!!! estas con tu libro de geografía tratando de meterte en la cabeza los nombres de las tres cordilleras del Perú, con sus pongos y nevados. Te reencuentras con los personajes que viste por fotografía en tercero, cuarto y quinto que de media, lamentándote no haber memorizado las acciones de la guerra con chile; y ni hablar de los “sujetos” “verbos” predicados” y sus respectivos sintagmas; y agradeciendo el momento que apostate una cena con la profesora de matemática a que no aprendías geometría, deseando haber apostado mas, pero es tarde y los números toman la figura de Freddy kruger en tus pesadillas.
Después de dos meses, ya no te das cuenta que tiene una ventana con cortinas puestas…
Faltando una semana para el día del juicio final, empiezan a aparecer anomalías en tu cuerpo, encuentras tus manos todo el tiempo sudoroso, respondes preguntas antes de que estas hayan sido terminadas de formular, tienes 758 mensajes sin contestar en tu correo electrónico; te das cuenta de este estado cuando te encuentras con tu plato de arroz con pollo y un extraño libro abierto con el título “la oración compuestas subordinada adverbial”, solo entonces te haces la pregunta ¿en dónde estoy?
Un día antes te resignas y vas al techo de tu casa, ves a la luna más grande de lo acostumbrado y hablas con tu siempre amigo que esta allá arriba observándote, y le haces un pedido sincero. Esa es la noche más adulta que un adolescente pueda tener, teniendo tu primer encuentro con la realidad tan cruda y cruel, y no sabes a donde huir (acudes a tu familia primero, pero solo encuentras mas y mas anécdotas de sufrimientos pasados, sales a la calle- increíblemente ese día si tienes permiso para salir a donde sea- buscando alguna distracción, encontrando solo a universitarios y sus libros con nombres diferentes a los tuyos; entras al msm y tus amigos solo te hablan: o bien de la gloriosa época del colegio o de la carrera a la que postularas. Regresas a tu casa lees tu antigua revista de Mafalda y te echas a tu cama esperando la hora.
Recordando aquellos meses, empiezo a compadecer a mi amigo, deseándole toda la cordura del mundo, y no suerte porque sería casi una ofensa a alguien que estudio por más de tres meses metido en un cuarto, quedándose hasta las tres de la mañana, desayunando con un libro alado y sentándose en primera fila para no ser presa de distracción que causa la secretaria del frente. Sería casi una ofensa.
…Después de cuatro días regrese y encontré el negocio cerrado, di media vuelta y seguí caminando.
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